V

Arrepentimiento



De este atardecer
es mejor no burlarnos.

Nuestra ventana
es la misma,
y la sinagoga,
y los carros,
pero de este atardecer más vale
no burlarnos.
Porque entonces la canción
del otro lado del muro
podría cesar, oscuramente.

Te pido disculpas
por no saber qué hacer
con mi vida.
Me tomo la cabeza
con las manos,
a veces desesperado
escarbo en los minutos
que son relojes muertos.

Juntos así,
juntos los dos junto a la ventana,
cerca de la lluvia
pero secos,
te quiero pedir perdón.

Prometí llevarte
a la tienda de antigüedades,
y en lugar de eso arruiné tu día.
Y ahora no podremos burlarnos de nada.

Te fuiste a comer
a un restaurante sola,
estuviste llorando
en un rincón olvidable.

De haberlo sabido,
habría sangrado por la boca.





Cuarto de hotel


El viejo porqué
de este cuarto de hotel;
el miedo a los ladrones
que abundan en efecto;
la forma, el excelente
diseño de tu ausencia,
junto a quien no respiro.

Un hombre
construye la tesis,
la explicación
de su miedo.

El ventilador
genera un ruido casi edénico.

De cara a mi
no querer comer,
escribo conventualmente
este poema.

La vía a ti,
–tomando como punto de partida
este cuerpo desgarrado
por rapaces insectos–
es la misma que conduce a Dios;
es larga, vamos, es imposible.

Vine aquí a rehacer mi vida.
Pero simplemente me puse a escribir,
otra vez.

Vine aquí porque no sé quererte.









Aire tuyo que no respiro



Te observo. Te antologo.
Pero no sé qué te pasa.

Libro/Oscuridad,
remisterio hiperesotérico,
firme tiniebla,
mujer,
no sé lo que te pasa.

No hay modo de encuadernarte.
He tirado la piedra al pozo,
pero ninguna respuesta.
Es eterno tu pozo.
No tiene fondo.

Tengo la impresión
de que no te comprendo.
Me parece que no te sé.
Eres como la madrugada.
Eres el testamento más absurdo.
Una forma inasible de la sangre.
Oh, esta imbecilidad mía.

Ordalías de tu milenaria carretera.

Pero llegaré. Pero llegaré.
















Miseria del dos



La palabra dos une,
pero separa.

Cada respiración
gotea dos veces.

Hay dos formas
de construir
un esqueleto.

































Purgatorio



Ya salgamos de esta ausencia,
ya salgamos de esta ciudad
de ausencia y de ciudad.
Ya salgamos de esta costra.
Ya que tu gato se cure.
Se caerán los puñales a la alfombra.
Se caerán los meados
desde los ojos azules que humean.
Te vi: cómo amabas
al enfermo, y le dabas
de comer aunque él decía:
“Ya no más, ya estuvo…”
Se caerá todo lo que tenga que caer,
se caerán las 10 faenas de la ira.
Se caerá esta doble locura amarrada
que somos cuando desayunamos.
Se caerá el cielo cielo,
el edificio edificio,
el dios dios.
Se caerá el gramo y lo poco.
Se caerá la tonelada de músculo.
No seamos negativos.




















Western



Y, pasadas las batallas,
trascendidos los universos conflictivos,
sobreseídos los procesos legales,
uno llega a ese punto
en donde el amor es finalmente posible,
en donde es posible enredarse con Dios,
y esas cosas,
pero allí cabalmente
es donde uno se enferma.

La enfermedad
es como una gran mansión,
una gran arquitectura de intestinos,
en donde la lluvia cae
–la lluvia cae
como en ese cuento de Bradbury–
en un solo lunes perpetuo,
sobre los gatos.

Espérame un poquito,
sé buena.
No olvides que eres hija de la Gran Carretera,
que eres el mismísimo kilómetro 177,
y que el sol ya no te hace daño.

Ay horizonte,
ay ala. 















Al noroeste de nuestra cama



Al noroeste de nuestra cama
la guerra aún sigue.
El resto del país
ha dejado a un lado las armas,
pero falta resolver
ese viejo conflicto genealógico
que perdura
al noroeste de nuestra cama.
Se trata de una región
dura y rugosa,
en dónde los hombres
–y por supuesto las mujeres–
sólo se entienden a balazos.
Los acuerdos provisionales
se enfangan siempre
en oscuras apelaciones.
Se terminan matando.
Son cientos de miles
los que han perdido ya
la vida en esta geografía muy salvaje.
¿Por qué luchan? Misterio.
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Independencia,
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Patria,
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Revolución.
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Corona.
A lo mejor lo hacen en nombre
del Más Allá.
En realidad es un misterio.
Seguirán peinando la sangre
mientras mueren
y no se resignan.
Así están las cosas
al noroeste de nuestra cama.
Por cierto,
creo que ya va siendo hora
de cambiar las sábanas.








Siempre vivo siempre



Me había preguntado
si este corazón traqueteante
iba a aguantar un día más,
un día más a tu lado.
Para navegar en tus ríos
hace falta un navío
nuevo como el sol,
nuevo como el diente
de un soldado joven.
Yo te diré:
temí por mi vida
y la vida de mis tripulantes.
Rogué a cada cosa,
a cada óxido.
De susurro en susurro
fui avanzando,
en esta cáscara inservible,
y ahora estoy aquí.
























Esperanza de tu risa



He visto,
he notado
la transformación
de las morfologías
de tu rabia,
con la esperanza
de encontrar
entre dos de tus rostros
una de esas libertadas
que a veces posees,
que me recuerdan
a un quiromante
cuando ríe y muere de la risa.
Esquivaré los colores azuloides
de los anos
de los pájaros
del desierto,
incrustados en la piedra
esencial de mi miedo,
siluetados como antiguas runas.
En el corazón mismo
del blanco estómago
está tu risa,
poderosamente viva,
demoledora,
desaliñándose
como una serpiente
de adrenalinas,
sincopada y palpitante,
perdida entre los precios estándar
de las cosas,
pero allí, lo sé. 
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