VII

Intimidad



Sentado en la cama,
y tú acostada,
y podríamos estar fumando,
pero hace muchos años
que el tabaco ha desaparecido
del universo rojo.
Hemos cruzado
gigantescos continentes
para llegar hasta este momento.
Hemos muerto de hambre
en los supermercados.
Escupido en las cavernas
espirituales.
Hoy por fin tibios,
hablaremos hasta bien entrada la noche.
Y se juntan los gatos
en el rincón del cuarto.
Las semanas pasan.























El poema



Ya sabes que no me gusta
ir a los cafés a escribir,
porque no soy de esa clase
de individuos.

Pero hoy
escribí estas líneas
sobre una oscura servilleta.

Una pareja,
en la mesa de al lado,
discutía, por cosas de dinero:
se divorciaban.

Terminé el poema. Pagué el café.
Volví a casa. Allí estabas.

Aquí estoy.

























Te lavaré los pies



Te lavaré los pies.
Tú lavarás los míos.

Dulce, torpemente,
como ciegos sin manos.

Riéndonos.
Como locos.
































Para ser feliz



Para ser feliz
hay que casarse
con una mujer de Oriente,
nunca insultar las estaciones,
escribir como un maldito genio,
hay que cavar la propia tumba,
no creer en el Diablo,
y decir lo más que se pueda,
y a todas horas,
y con mucha fe.

































Te suelto



Te suelto,
a lo mejor
no lo sabes
pero te suelto,
ahora es tuyo
el abismo,
serás libre
cayendo,
en la noche
tan única.

Te devuelvo
tu mortalidad,
tu locura,
tu cadáver,
tu casa,
sí, tu morada
forma de estar
en el mundo,
tu manera
de contar
los dedos
con los dedos.

En caso de que
no quieras soltar tú,
te volveré yo a soltar.
Habré de cortarme
la mano, y así
sangrar a tiempo.

Ya no tengo nada
que ver con el amor
perfecto que tú me das.
De hoy en adelante,
no habrá nada mío en él,
ni pienso amarrarlo
con todas mis venas.

Tú y la pared
no son la misma cosa.

Sólo en el vacío eres mía.












































Invitación



Ambiciono morir
cerca de tu vejez,
porque tu vejez
es un espectáculo
que no me quiero perder.

Sobre tus hombros
habrán pájaros,
nidos de pájaros,
y una soledad muy grande.

Te daré la flor
que derriba gigantes;
tú me darás a cambio
la uña del misterio.

Te invito a morir conmigo.


























El último perdón



Ven a ver
el torso de la noche.
Así de grande es el amor.

Me conoces:
rojamente,
grismente,
blancamente.

Me conoces
en dirección contraria
a mi ceguera.

Son iguales
mis gusanos
a los tuyos.

Ya no quiero acarrear tripas,
de un lado a otro,
por todo el apartamento:
esta noche te pediré perdón.

No porque me lo digas,
ni porque es lo correcto.
Ni precozmente,
ni al revés.
Perdón a secas.
Virilmente perdón.

Perdón por envenenar
tus olas cada mañana.
Perdón por esas veces
que pedí perdón
por miedo y nada más.

Te hice enemiga de tu ira.
Contribuí a desteñir
tus cosas, tus sueños.
Perdón por haber quebrado
el espejo, la simetría.
Por no haber sido el poeta,
ni el medio poeta,
ni siquiera el casi poeta,
que debí haber sido.
Perdón por tanta miseria
y mezquindad. 
Perdón por los rincones.
Perdón por no tocarte.
Perdón por toda esa ropa
que no te quité.
Cómo me duele. Me duele.
Allí. Abajo. Está abierto.
Todo sale: nubes
amarillentas,
aceites, homúnculos,
mendigos, las miradas
egoístas. Por fin.
Por siempre. Perdón.





























La revolución de las manos



Si acaso me tiemblan las manos
es porque están hartas:
de agarrar, de aferrarse.

Ya no quieren asir nada,
por fin lo saben:
nada propiamente
les pertenece.

Gobernar es cosa del pasado.
Millones de ambulancias,
chocando, cantando.































Verás, Chiquita



Verás, Chiquita,
de todos los libros
éste es el mejor,
el que tú y yo
escribimos juntos,
a fuerza de querernos,
de vivir y juntar polvo,
de juntar palabras:

las dichas,
las apenas susurradas;
las impronunciables palabras
que surgen entre la mirada y el ayer.

Hay en mí la noción
de que viviremos
mucho tiempo en paz los dos:
una noción de que el destino
compensa por lo vano de los días.

Escribir todos esos poemas,
observar crepúsculos exóticos:
para dártelos los quiero.

Se me ha presentado
el presente de ti misma,
y a veces no sé qué hacer
con tanta responsabilidad,
con tanto regalo,
y he aquí que me dices:
“chiquito”, “poeta”,
y entiendo, y te abrazo. 
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